dimarts, 22 de juny del 2010

(De la fauna urbana. Apuntes.)

Tengo un nido de palomas en algún punto de la fachada de mi casa.
No lo he visto, lo sé porque oigo constantemente el arrullo de una de ellas.

Cuando vivía en Trafalgar (the street not the battle) entre mi piso y el terrado había un hueco, como un miniespacio de unos 20 o 30 centímetros de alzada, con agujeros de ventilación que daban a la calle por los que entraban las golondrinas a finales de cada invierno y montaban sus nidos. Cuando el piso estaba en silencio (por las noches) oía cómo se movían andando, rascando con sus garritas, por encima de mi cabeza. Me parecía bonito hasta que una amiga de un amigo explicó que un día llegó a casa y se encontró con que el techo se había hundido: estaba todo lleno de mierda y de esqueletos de paloma y otros bichos. Desde entonces, cuando oía las patitas, sólo venían a mi cabeza imágenes de una especie de holocausto ornitológico.

Desde hace dos días que, si bien por el día dominan las palomas y su nido, por las noches dominan las cucarachas y similares. Hoy he soñado que una cucaracha corría por la pierna de un amigo; eso puede pasar, lo que es más raro es que la cucharacha se pare en la pierna del amigo y grite. Eso pasaba en el sueño. Supongo que es porque he estado viendo L'abécédaire de Gilles Deleuze. A Deleuze, de todos los animales, sólo le gustan las garrapatas, pulgas, piojos y similares. Mi subconsciente ha incluido "cucaracha" en similares. Supongo, digo.

La noche anterior soñé que otro amigo salía de debajo de mi cama arrastrándose con un edredón en la mano. Me miraba y me decía: "Tenía frío", mientras yo me lo miraba pensando: "Ostras, ha salido de ahí debajo como si fuera un bicho". E iba más allá pensando: pensaba que esa persona había entrado debajo de mi cama sin que yo me hubiera dado cuenta; hasta el fondo. Había entrado porque tenía frío y se iba con mi edredón. Y pensaba que esa era una forma de parasitismo como otra cualquiera. "Me arrimo a ti un rato porque tengo frío y tú tienes esto que da calorcito, que es lo que necesito. Y me lo llevo." Yo me agachaba, le ayudaba a levantarse y a doblar el edredón. Y le acompañaba a la puerta.

Me desperté con un poco de frío pero creyendo entender un poco más a Deleuze y sus cuestiones de territorialismo, que no es tontería.