divendres, 1 d’octubre del 2010

Imaginen que son ustedes la corista de Nacho Vegas desde hace un montón de tiempo. Que han ido con él de gira en la furgoneta, que le han tenido que aguantar unos colocones de muerte, que se han convertido en el blanco de todo tipo de objetos arrojadizos alguna vez que él no ha podido salir a cantar y les ha tocado a ustedes ir al micro y decir que no hay concierto... Que se han pasado quince años, por ejemplo, siendo su chica para todo, (dato importante a continuación) cuando no había otra.

Ahora imagínense que un día les llama Nacho Vegas y les dice: "Oye, que me he enrollado con Cristina Rosenvinge y voy a grabar un disco con ella y ya no te necesito ni para los coros ni para nada".

Y ustedes se quedan de pasta de boniato con el teléfono haciendo "pip-pip-pip" en la mano, asimilando la información que acaban de recibir.

Entonces hacen un escaner mental hasta localizar y aislar a la individua Cristina Rosenvinge en la memoria. Y empiezan a recuperar mentalmente todas las referencias que tienen de este personaje. Recuerdan que era rubia, con boquita de piñón permanentemente pintada de rojo, que llevaba botas y chupa de cuero así como de chica dura y que cantaba en los ochenta con un tío que tenía las orejas muy grandes. Y les viene a la cabeza aquella canción que ponían en todas las fiestas y que todo el mundo se sabía, ustedes también, y que cuando la ponían todo el mundo, ustedes también, hacían ¡¡¡UUUUHH!! y daban un saltito porque les encantaba. Pero ahora les irrita, Cristina Rosenvinge, les irrita muchísimo y quieren cogerle el sombrerito aquel ridículo que llevaba en aquel videoclip de la cancioncita de marras y encasquetárselo hasta las orejas.

Pero párense a pensar un momento. ¿Por qué odian tanto ahora a Cristina Rosenvinge si antes gritaban de alegría cada vez que salía por la tele? La odian tanto porque ahora Cristina Rosenvinge folla, le hace los coros y le aguanta la cabeza en el váter a Nacho Vegas, que es exactamente lo que ustedes han hecho durante quince años. Cristina Rosenvinge se ha convertido en ustedes. Ahora ustedes pueden ser cualquier otra cosa pero Cristina Rosenvinge sólo puede ser ustedes ergo si ustedes odian a Cristina Rosenvinge, ¡ustedes se odian a ustedes mismos!

Yo creo que en los celos hay mucho de odiarse a uno mismo.

Ya está. No sé. Es una cosa que se me ha ocurrido mientras hacía tortillas de patatas.