dimecres, 19 d’octubre del 2011

No estamos hablado de si los libros pesan más o menos que los e-readers -si fuera este el motivo, video would never have killed the radio star-, tampoco estamos manejando argumentos ecológicos (árboles talados) -hagan una lista de medios de transporte menos contaminantes que el ir a pie, a caballo o a remo en canoa-, estamos hablando de experiencia lectora y parece mentira que algunos que se las dan de periodistas culturales, especializados en literatura, se la pasen tan alegremente por el forro.

Me da igual que Lara defina su trabajo como el poner en contacto a gente que tiene algo de decir con el mayor número de personas que quieren oírlo, me importa un pimiento que en un programa de libros Franzen salga diciendo orgulloso que en EE.UU. el arte no va tan separado del entretenimiento y que él, en sus novelas, es lo que hace -unir los dos- porque tiene la suerte de que en su país, a diferencia de en Europa, el número de lectores,si hace esto, se dispara.
Me importa un pito que los dos, además, se olviden de comentar un detalle: hacen lo que hacen, que lo hacen muy bien, para ganar pastarrufa.

Me preocupan otras cosas. Me preocupa, por ejemplo, lo que comenta Miquel en su Facebook personal: si las editoriales pequeñas apenas dan abasto para negociar derechos de autor con viudas u otras editoriales más grandes que tienen bloqueadas obras completas de autores ya muertos, imagínense si encima tienen que ponerse a negociar derechos de fotografías, vídeos, músicas de apoyo a un texto que, en principio, no lo necesitaría. Eso sí es preocupante. No para el lector ni para la sociedad que, a pesar de los puestos de trabajo que desaparecerán, acabará superándolo porque también se crearán puestos nuevos y porque los pequeños editores, gente de prensa, transportistas, etc., sabrán buscarse la vida de otra manera. Tomen el ejemplo del boom, hace unos años, de la llegada de las grandes superficies con la consiguiente caída del pequeño comercio: no supuso el gran descalabro de la economía tal y como la conocíamos.

Lo que más me preocupa de todos modos, insisto, es que algunos que se las dan de periodistas culturales, especializados en literatura, se pasen tan alegremente por el forro lo que hasta ahora conocemos como experiencia lectora, lo que hasta ahora conocemos como eso, literatura.

Ah, sí, me refiero a este artículo, claro.
High on Bisolgrip: reconcentrada, untando mantequilla en la tostada caliente, preguntándome si hay un verbo en español o en catalán (o en cuaquier idioma, vaya) que se refiera al momento en el que la mantequilla se derrite y el pan la absorbe y hace que parezca que desaparece. Serviría también para el momento en el que, en el campo, el hielo se deshace y, convertido en agua, la tierra lo absorbe.

¿Existe este verbo? ¿No existe?

Me voy a la cama.