divendres, 10 de febrer del 2012

Estoy convencida de que, en el caso de haber leído esto:

... m'entretinc garlant amb els indígenes, que són  greus, reposats, austers, silenciosos i hospitalaris. El seu parlar és empedrat de mots catalans o d'arrel catalana: usen el verb caler i l'exclamació rai tan sovint com nosaltres; siuen esparvero, ólipa, cado (cau), ludria, alberge (albercoc), presco (prèssec), impelto, royo (roig), cinglo, cardelina (cardenera), loguero (lloguer), albergenia, letonero (lledoner).

(Signat a Calanda (Teruel), el dilluns 21 de juny de 1937. Joan Sales, 'Cartes a Màrius Torres')

En caso de haberlo leído, decía, el periodistilla de triste recuerdo al que unos cuantos de nosotros conocimos ayer por esto, para lo que le conviene (o sea, para demostrar, por ejemplo, que Aragón nunca, jamás, ha tenido nada que ver con Catalunya), defendería a capa y a espada que todas estos términos son español de pura cepa, que los habitantes de Calanda hablan un castellano purísimo y que sus madres, nunca, nunca, tendrían que pasar por el trance de derramar lágrimas de sangre pensando que alguna política lingüística despiadada ha hecho de sus niños unos zotes redomados.

Lo dije entonces y lo digo ahora: señora, si su hijo es tonto, es tonto en catalán, en castellano y en mandarín.
(De la tasa turística y las recetas a un euro)