diumenge, 1 de juliol del 2012

Dietario de la tienda. Día 2.

La Patri: Yo quiero tener cuatro hijos.
Ahora es Manoli, la otra dependienta, que tiene dos, quien me mira con cara de buf.
Yo: Tú primero acaba de hacer botellones y luego ya verás lo que haces.

Acaban de salir de la tienda tres señoras. Una ha entrado hasta el fondo, las otras dos se han quedado al lado de la caja.
Señora 1: Pero Marisa desafina, ¿no?
Señora 2: Sí, pero bueno, sigue el ritmo, no como Carmen, que desafina y no tiene ritmo y se nota muchísimo más.
Señora 1: Es verdad. ¿Y has visto cómo los críos de su coro desafinan igual que ella?
Señora 2: Pues claro, les enseña a cantar desafinando...
Vuelve la señora desde el fondo. Que solo tienen de caballero, les dice a sus dos amigas. Se van.

Salgo a fumar.
Un señor que pasa por la calle: Mireia, ¡¡¡¡STOP!!!!
Una niña de unos tres años, rubia, con ricitos y un vestido monísimo que va corriendo se para en seco. El padre la alcanza. Se agacha. Le mira muy serio: ¿Qué he dicho? ¡Stop! ¡Stop!, he dicho ¡stop! La próxima vez que diga ¡stop! si no haces ¡stop!, nos vamos a casa. ¿Lo has entendido?
La niña asiente con la cabeza.
Ante tal despliegue de supernannismo aplicado, me quedo pensando que, si todo va según el guión, la niña volverá a correr, el padre volverá a gritar ¡stop!, se irán inmediatamente a casa y el padre le acompañará directamente al rincón de pensar. Castigar a los niños enviándoles a pensar. Pensar como estímulo negativo, como el peor de los castigos. Pensar como sustituto del bofetón. Educar a los niños en la creencia de que pensar es una cosa que solo se hace obligado, si te portas mal.
El deseo lógico de Mireia cuando tenga doce años y empiece a rebelarse adolescentemente contra la autoridad paterna no podrá ser otro que: Tengo ganas de ser mayor para hacer lo que me dé la gana y no tener que volver a pensar nunca más. #usfelicitopares

Vuelvo a entrar en la tienda. Manoli y la Patri siguen dándole vueltas a lo de los cuatro hijos que dice que quiere tener la Patri.
Manoli: Dices eso porque no tienes ninguno. Uno solo ya es mucho trabajo, aunque te salga bueno. Dos es la locura. Cuatro... no me lo quiero ni imaginar.

Cuatro hijos. Cuatro niños alumnos de la clase de canto de Carmen. Un coro entero de niños desafinando al unísono, convencidos de que tiene que sonar así, que solo paran si les gritas ¡stop! y que, si no lo hacen, acabarán desarrollando un rechazo infinito a la simple idea de ponerse a pensar.
Dietario de la tienda. Día 1

La Patri.

-¿Cuántos años tienes, Patri?
-Veinte.
-¡¡Madredediós!! ¿Cuántos años tiene tu madre?- Estoy un poco obsesionada con la edad de las madres de la gente desde que me enteré de que la de Luna Miguel es de mi quinta.
-Cincuenta y siete. Dice que quería disfrutar de la vida,
-Joder, menos mal. ¿Cuánto llevas trabajando en la tienda?
-En esta, un mes. En Macson, desde hace mogollón: un año. He pasado por todas las tiendas de Barcelona, bueno, me faltan las del lado de L'Hospitalet. Y en todas he sido la más pequeña. Está bien porque me miman.
-Pues ahora vas y desdoblas todas esas camisas y las vuelves a doblar.
-Jaja.
-Jaja.

Sigo a lo mío en la caja mientras ella, en la mesa de al lado, dobla y desdobla camisetas.
Miro.
Me está mirando.
-¿Tú en qué trabajas?
-En una editorial, por las mañanas.
-Qué guay.
Vuelvo a lo mío. Ella sigue doblando.

Miro.
Me está mirando.
-¿Qué estudiaste?
-Periodismo.
Vuelvo lo mío. Ella sigue doblando.

Miro.
Me está mirando.
-¿Dónde?
-En Pamplona.
Vuelvo a lo mío. Ella sigue doblando.

Miro.
Me está mirando.
-Pero la universidad de Pamplona...
-Es del Opus, sí.
-Mi ex era del Opus.
-Qué horror.
-Bueno, su familia.
-Pues hiciste muy bien en quitártelo de encima.

Antes me había contado que su ex le había dejado de malas maneras, que unos días después se presentó en la tienda en la que trabajaba entonces y ella, nada más verle, se había puesto a llorar. Que su jefa le vió y le dijo al tío: vete, que la Patri está trabajando. Y ella siguió llorando un rato. Luego fue y se hizo un tatuaje. Este. Me enseña la muñeca, se aparta el apósito de plástico -Tu hermano me dice que me envuelvo los tatuajes como si fueran bocadillos de chorizo, ¡jaja!- y me enseña una letra china. Le pregunto qué quiere decir y me dice: Fuerza, porque tía, me dejó fatal.
-Pero ¿cuándo te dejó? ¿Antesdeayer?
-No, hace mogollón: en diciembre. Lo llevo tapado porque la semana pasada me lo repasé aprovechando que fui a hacerme este otro -se baja la cinturilla del pantalón, y me enseña una frase entera en árabe- y este -levanta el pie y me enseña una cruz pequeñita en el talón-. Este -me dice señalando la minúscula cruz- me dolió mogollón. El que más-.
-Ha sido una cruz hacerse ese- bromeo.
-Ya te digo -me responde superseria.

Un señor sale del probador con una camisa a medio abrochar. La señora, mientras se la acaba de arreglar, le dice: pruébate también esta otra. El señor le mira fijamente a la cara, ni siquiera se molesta en bajar a la vista a la camisa, y con media sonrisa irónica le contesta: ¿Tengo que ni siquiera contestarte a eso? La señora, mirando al suelo, deja la camisa en la mesa.
Miro a la Patri. Me mira y levanta las cejas con cara de buf. Muevo los labios diciendo: imbécil.
-Sí- contesta ella en voz alta -no hay otra palabra. ¿Qué?- dirigiéndose jovialmente a ellos -¿le va bien?

La Patri: Lleva un tatuaje en chino, otro en árabe y una cruz. Hacerse la cruz fue una cruz y diciembre fue hace mogollón. Un día vino a la tienda con una botella de ron porque luego se iba de botellón. Y mañana, media hora antes de salir, se va a quitar la camiseta negra y se va a poner la de la selección española, la falsa, la que le regalaron sus tíos, porque ha quedado con un amigo (que llevará la camiseta de Casillas) para ver el partido. Es superfutbolera (se ha visto todos los partidos de la Eurocopa) porque desde que era pequeña, en su casa, tenían el plus. Y si yo no lo soy es porque en mi casa no lo teníamos y no estoy acostumbrada, me ha dicho toda convencida para aclararme de una vez por todas cómo es que a mí no me gusta el fútbol. Le queda un año más una asignatura que tiene colgada de empresariales, aunque quería haber estudiado periodismo, y va al cine dos veces por semana, a ver qué va a hacer si están todos de exámenes y no pueden salir. Es de Barberà.
-Yo no he estado nunca en Barberà.
-Pues tampoco hay nada que ver allá.

Un, dos, tres: todo el mundo a adorar a la Patri. Yo ya lo hago.