diumenge, 29 de juliol del 2012

Por alusiones devueltas: como dice Bel Olid en su blog, a mí también me encantaría que todos fuéramos simplemente personas. Pero no: por el peso de años de discriminación o vete tú a saber por qué, para arreglar la cosa y recuperar el tiempo perdido, va y resulta que hay mujeres que se dedican a hacer literatura femenina. Y, lo que es peor, hombres y mujeres que se dedican a publicarla pensando en un público femenino. Cada vez que una historia sobre compaginar maternidad y vida laboral se presenta como novela en vez de publicarse directamente bajo el epígrafe de autoayuda, les juro que yo, que soy de prontos, me enfado primero con el mundo, con mi género después y, para terminar, con el marketing editorial de las narices que sigue pensando en los supermercados como puntos de venta ideales, y contando con que las mujeres siguen siendo las que van a hacer la compra.

Luego intento ignorar el asunto y me pongo a lo mío.

Piensen otra cosa, siguiendo con la respuesta: ¿quién ha tenido tiempo y dinero en las últimas décadas para quedarse en casa haciendo lo que les ha dado la gana? Las señoras de. Si lo hubieran hecho, las librerías estarían llenas de libros de individuas que en vez de ir a pasar la mañana al solarium del gimnasio con sus amigas, se habrían quedado en casa escribiendo. Montañas de libros de estas señoras, porque ellas, además de horas y pasta para escribir, son quienes tienen los contactos en Planeta, por ejemplo.

Ells ho tenen més fàcil per a tenir una cambra pròpia. Tener habitación (nicho es más feo) literaria propia debería de ser de todo menos fácil: para ellos y para ellas. Pienso que si alguien lo tiene fácil, es que o tiene muchos amigos de Facebook o se está engañando o le están engañando. Hablo por ejemplo de poetisas con despacho en Mondadori -toma habitación- que escriben sobre sangre porque ellas, mujeres, sangran; y que escriben sobre muerte porque ellas, personas, jóvenes para más morbete añadido, se han dado cuenta de que morirán. Por favor.

Lo del nicho, es que incluso dudo de si el de verdad puede conseguirse en vida -de ella o de él, da igual-. De lo que no dudo es de que la literatura -sea masculina o femenina-, la buena, dura y es solidísima.

Que hay pocos casos de mujeres que podamos valorar ahora que ya tenemos cierta perspectiva, de acuerdo: el mundo era como era. Pero haberlas, haylas: Toni Morrison, Rodoreda, Edith Wharton, Murasaki Shikibu, Colette, Françoise Sagan, Carson McCullers... No creo que lo tuvieran muy fácil, estas, reclamando igualdades de derechos por ricas que fueran algunas. Tampoco creo que, aunque los reclamaran, se les fuera la fuerza por la boca haciéndolo. Creo en cambio que sí supieron defenderlos de la única manera que deberían defenderse: trabajando, trabajando y trabajando.

Y creo que para nosotras, ahora, lo que es difícil es precisamente eso: trabajar, trabajar y trabajar. Pero para ellos, para los que van en serio, también lo es. Y esta dificultad no viene de fuera; no viene de sociedades machistas ni de grandes desigualdades sociales. Esta dificultad, la buena, la que acaba funcionando, tiene que ser uno mismo quien se la imponga.
Pinilla, ¡qué maravilla!

"El problema de la pérdida de la infancia siempre lo he tenido presente, pero no he escrito sobre la pérdida de la infancia. Espero escribirlo algún día; ahora se me ha ocurrido, hablando contigo. Muchas cosas que te estoy contando las estoy pensando casi por primera vez. Creo mucho en la espontaneidad y me estoy dando cuenta de que hay cosas que las tengo pensadas de antes, pero otras no. Cuando tengo que leer un discurso pido perdón, porque tengo muy mala memoria. De hecho escribir es un acto de espontaneidad: tienes una idea, la desarrollas en una línea o dos y luego estás escribiendo horas. La mitad de las cosas que pones no sabías que las sabías".

"El individuo que no pinta y que no escribe es porque, desgraciadamente para él, tiene facilidad de expresión, es simpático, es aceptado en sociedad y habla mucho… ese es el genio de las tertulias. Y generalmente no hace nada serio luego. Todos necesitamos contarnos de alguna forma. Los que no hablamos, los que no vamos a tertulias, luego en casa tenemos que meternos a escribir para contarnos cómo somos. Ese es uno de los secretos de la vida".

Toda la entrevista, que le hace (otra maravilla) Enric González, aquí.
(vía esta entrada de (ooootra maravilla!) La Patrulla de Salvación).