dimarts, 25 de setembre del 2012

Hay un mamoneo tan cutre montado por todas partes que parece que, hasta de asuntos que pudieran tener una cierta transcendencia potencial, se hacen bandos y el debate llega un punto en el que se estanca y se limita al 'ha dicho culo'.

Es horrible. Me deprime. No: primero hace que me sienta muy lista ante el darme cuenta de tan visionaria previsión; luego hace que se me congele la sonrisa y que los dedicos con el signo de la victoria vayan doblándoseme falange a falange hasta quedarme las manos muertas y colgantes cual las de un Mr. Burns de pacotilla. ¿O no sabían que las manos colgantes de Mr. Burns no eran otra cosa que signos de la victoria desinflados? Pues eso.

Hace muchos años salió un libro, 'Viure mata', de Abel Cutillas. Llevaba un aforismo que venía a decir algo así como que el holocausto fue un homenaje a los judíos (perdón, los aforismos hay que decirlos bien por respeto a su habitualmente imbricado proceso de creación, pero es que se ha repetido tantas veces ya que estoy segura de que ustedes lo han leído. Y me da pereza buscarlo). Hace menos tiempo salió un libro coordinado por Arnau Pons, "Escriure després", en el que una serie de pensadores, partiendo del aforismo en cuestión, decía la suya. Yo me enteré y sufrí un poco. Pensé que vaya putada, que Cutillas se estaba currando una carrera y una obra para que ahora le repescaran una cosa que había dicho hacía tanto tiempo y que además caía de pleno en el territorio de lo tabú. Hablando con unos y con otros, vi que a lo mejor la cosa se ponía interesante; que interesante ya era de por sí, precisamente, la ruptura de ese tabú; y que unos y otros, Cutillas y los del libro, tenían fondo más que sobrado para generar una interesante discusión. Y, de hecho, empezaron a salir unos cuantos artículos que hicieron que pareciera que sí pero de repente habla Mathew Tree y la cosa se desvía un poco; se desvía aún más con otro artículo de Enric Vila; se empieza a hundir con los comentarios del mismo Vila en Twitter, y se hunde más lejos imposible del artículo inicial con una justificadísima carta firmada por varias personas cabreadas por ciertas cosas que decía Vila que poco tenían ya que ver con el aforismo inicial (a mí también me cabrearon esas cosas). Luego Vila intenta arreglarlo con otro artículo en el que empieza con un párrafo que recupera la figura de Cutillas (que había quedado ya por el camino, que la última mención digna que había tenido fue aquella del prólogo de Pons) para decir que se está haciendo muy famoso (no es cierto y, si lo fuera, habría que pensar los motivos de esa 'fama') y seguir con otro párrafo directamente demagógico.

El caso es que yo aún iba por ahí diciendo la lástima que era todo este asunto, lo bajo que había caído en unos pocos meses el listón inicial, el nivel de la discusión (imagínense que ya se había echado mano al socorrido 'yo tengo amigos judíos'), hasta que hoy, un mail que venía a decirme algo así como la primera frase de esta canción de Los Punsetes



me ha hecho bajar del burro.

Yo ya lo he dicho todo. Acabado el desmoronamiento de falanges, ahora he doblegado hasta las muñecas. Mr. Burns se va a otra parte.
Recuerdo haber leído hace un tiempo una entrevista a Jordi Pujol que en cierto punto de la transcipción me hizo pensar 'ahora es cuando apagan la grabadora y se la chupan' (ya, chico, yo pienso estas cosas, qué le voy a hacer). Era tan bestia el tono, tan extremadamente pelota, que impedía pensar 'esta entrevista es mala' porque lo contrario de malo es bueno y lo contrario de aquello habría sido, no sé, una snuff movie de serie B sin palabra de seguridad, con el molt honorable de protagonista.

Ya sé que han pasado los tiempos en los que en las facultades de periodismo se enseñaba en ética periodística aquella cosa tan pueril de la imparcialidad. Ya sé que ahora los diarios calzan a la izquierda o a la derecha abiertamente, con todo lujo de detalles, y desconfía de quien te diga lo contrario porque ese será el peor. Ya se que es absurdo hoy día ponerse a reclamar todo eso, pero es que hay algo más grave aún: antes los periodistas tenían un qué de mártires del sistema: trabajaban en tal o cual diario derechuzo o izquierdoso pero se les perdonaba un poco la cosa o era al menos comprensible por empatía hipotecaria y de matrículas de los coles de los críos; además se agradecía morbosamente luego el chascarrillo, entre cerveza y cerveza, de cómo no les publicaron tal noticia o les obligaron a cambiar de arriba a abajo tal otra. Pero es que ahora, por lo visto, el chascarrillo en el bar se hace antes. Y el bar es el twitter, por ejemplo, y hay periodistas que tienen un público de miles de amigos que les jalean comentarios del tipo 'no voy a dormir de los nervios porque mañana estaré todo el día con Artur Mas'; o 'mañana al Madrid, seguro que le metemos ocho'. Pero ¿qué mierda de crónica van a escribir luego?; ¿qué garantía me dan a mí todos estos comentarios de que mañana leeré algo escrito de manera profesional?

¿Se fiarían ustedes de un cirujano que les dice que está muy nervioso porque le hace una ilusión bárbara verles las tripas por dentro? Pues eso: igualico. Sólo que sus tripas no crean luego corrientes de opinión de mentes tan inconscientemente entusiastas como las de esta gente que va de profesional; no van a hacerles a ustedes liarse a hostias con uno del Madrid, calentado por los comentarios previos.

Joder, es que son unos irresponsables.