dimecres, 2 d’octubre del 2013

He empezado a escribir una entrada sobre esta noticia que ha aparecido hoy en El Periódico, en la que se cuenta que en Planeta el responsable de prensa de cada sello editorial va a dejar de depender directamente del editor para pasar a depender del director de marketing.

He parado de escribirla cuando llevaba unas diez líneas porque tenía la sensación de que estaba diciendo todo el rato obviedades sobre el libro como producto y el escritor como promocionador de éste o, directamente, como producto también. O como marca. O como cualquier cosa menos como escritor, igual que el libro como cualquier cosa menos como literatura, vaya. Y he decidido tirar por la directa y explicar que no es esta que Planeta dice que van a hacer ahora una decisión tomada de la noche a la mañana; que al libro ya se le venía tratando desde hace tiempo como producto de marketing y que en muchos casos la figura del editor ya pendía del hilo de las ventas más que del de la calidad literaria, pero vaya, que por lo menos seguía existiendo esta figura y haciendo como que cortaba y pinchaba aunque sólo fuera un poco.

Se me ha ocurrido que en vez de explicarles todo esto, podría presentarles a algunos de estos jefes de marketing que a partir de ya, oficialmente, van a ser quienes decidan qué van a leer ustedes. Está por ejemplo ésta, que tras vender cosas en Myrurgia, en el grupo Planeta en general y en Seix Barral en particular, ahora decide qué leen sus hijos; o ésta, que antes les decía qué grabadora Panasonic comprar y ahora les va a decir qué libros de Planeta poner en sus estanterías; o esta otra, mi preferida, que tras decirles qué chocolates comer y qué leches beber, les ha dicho durante una temporada qué revistas de RBA leer mientras les coge el tinte en la pelu y ahora les está indicando en qué materias primas agrarias, animales vivos y/o materias textiles gastarse los duros.

Son gente muy preparada; todos tienen sus másters, así que no se corten, háganles caso, que igual hay suerte y resulta que alguno de ellos encima tiene criterio literario. O eso, o apuesten por las editoriales pequeñas, que no saben nada de vender cremas ni animales ni chocolates ni radiocasetes, que a lo peor no saben ni de vender libros, pero que de literatura y de escritores saben un mogollón.

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