divendres, 22 de febrer del 2013

El primer Verkami en el que fuimos educados fue la campaña del Domund. Puede que antes estuviera otra campaña que se hacía los domingos: la del cepillo de la iglesia, pero de ésa tampoco se veían demasiado los resultados, quiero decir, la iglesia del pueblo seguía ahí mismo como llevaba tantos años: sin ir para alante ni ir para atrás; no hacía sufrir nada ni proporcionaba pena ni gloria; no, al menos, en este mundo.

Así que el primer Verkami directo, decía, el que se hacía en el en el cole, aunque fuéramos pequeños, aunque fueran nuestros padres quienes ponían la pasta, era el del Domund. En mi escuela, ya lo he explicado alguna vez, ponían un par de termómetros: uno para los chicos y otro para las chicas -escuela pública y mixta como era, explotando las posibilidades de la competitividad intersexual desde pequeñitos- dibujados, en blanco, que se iban pintando hasta cien, hasta quinientos, hasta mil, de rojo el de las chicas, de azul el de los chicos. El dinero lo guardaba el profe; era dinero para finaciar proyectos de comida y escuela para los pobres niños etíopes. Luego mirábamos el telediario y yo, al menos, no entendía nada porque los pobres etíopes, que no eran niños y niñas, que no se podían ni distinguir, seguían muriéndose de hambre. La conclusión de mi mente de no más de diez años era fácil: había que poner más dinero en la siguiente campaña del Domund porque aquello estaba claro que no acababa de funcionar. Lo que nunca, de ninguna manera, podía hacerse era suspender la campaña del Domund: aunque no fuera suficiente, aquellos cinco duros eran absolutamente necesarios, ya fuera para sentirse un poco menos peor al ver en las noticias cómo la cosa se quedaba corta, ya fuera para ganar a los chicos; para que hubiera más rojo en el termómetro rojo que azul en el azul.

Más rojo en el rojo que azul en el azul. Más Catalunya en Catalunya que España en España, que ellos no tienen documental. Ja. Isona Passola tiene abierta desde hace unos días una campaña del Domund. Ahora que la independencia ha pasado a ser casi un tema de conciencia -y perdonen la rima-, nos vienen con los gadgets de esta historia. Igual que, cuando las campañas del Domund, nadie se preguntaba por la historia de Etiopía -la colonial, la explotadora- y todo el mundo se quedaba más tranquilo poniendo cinco duricos, hoy poca gente se pregunta por la historia que ha parido el movimiento independentista; ponen los cinco duricos y, venga, Isona Passola te hace un documental. ¿Hacía falta que Isona Passola hiciera este documental? Bueno, sí, precisamente para que se conociera más la historia de toda esta historia. Hacía falta que recurriera a la financiación de la gente para ello. No. No hacía falta y es feo además; es feísimo hacer números sobre el colchón de los cientos de miles que sabes, porque lo has visto en el telediario también, que podrían estar dispuestos a financiarte, aunque sea simbólicamente, aunque sea por figurar, aunque sea por sentirse parte de una cosa que no es un documental, que es un sentimiento mucho mayor. Mucha gente que está poniendo pasta para el documental de Isona Passola, se va a dormir tranquila pensando que han puesto pasta para la independencia de Catalunya, bueno, sabiendo que no, que la gente no es tonta, pero pensando que simbólicamente sí. Y eso es una mierda porque Isona Passola podía haber hecho el documental igual sin necesidad de acudir a los bolsillos de la gente; es una mierda porque toda esta gente luego va mirar el telediario también y a lo peor descubre que el documental era solo eso: un documental, un gadget para el recuerdo, como la camiseta del Cobi, como la bufanda de la Champions 2010, que para lo único que habrá servido habrá sido para que Isona Passola se posicionara en el momento que más fácil y más guay resultaba posicionarse, y para que parezca que la independencia de Catalunya cuenta con un respaldo popular; un clamor de la gente es, vamos que sí, según el documental. ¿Y no demostraría eso mejor un referendum? ¿No quedó ya demostrado en aquella manifestación o en las últimas elecciones?

Pues no: la Passola quiere su documental, la Passola quiere tener una idea calentita en el mullidito clamor popular. La Passola quiere ir por los festivales diciendo: hey, esta es la voz del pueblo: cómprenmela. Si a mí ya había algo que me escamaba de este proyecto desde el principio; ahora hay algo que me escama todavía más: el Verkami del documental ha conseguido ya casi 29.000 euros más de los que decían que necesitaban para su puesta en marcha, quedan 22 días para poder seguir poniendo pasta y la Passola no da muestras que plantarse ya: hoy mismo ha tuiteado de nuevo la dirección del Verkami en cuestión animando a la gente a seguir invirtiendo.

Yo no pienso poner un duro, claro, que la tendencia a la inflación de los simbolismos suele ser clara, y uno acaba mirando el telediario, pensando ¿pero cómo puede ser?

(Otros que también trabajan por un "modelo social más justo" (que es para lo que dice, textualmente, que trabaja ella), fueron mucho más legales, creo yo. Miren aquí.)
Hoy linko aquí la entrada del blog de Javier Ortiz, en la que reexplica la historia del cierre del Egunkaria detalladamente.

Ahora hace diez años de aquello y no se ha demostrado que los motivos del cierre fueran ciertos.
Lo que se ha demostrado, de hecho, es que eran falsos.

Creo que es importante no olvidarlo.