dijous, 19 de setembre del 2013



Es verdadera devoción la que hay en esta casa por Jorge Bustos, por eso me he llevado las manos a la cabeza cuando he leído este artículoque hoy le dedicaba a Martín de Riquer.

Les pongo en antecedentes sobre mi disgusto: hace un par de días, hablaba con Joan Safont sobre el artículo de mierda de Cercas (matizaba mucho más el calificativo entonces, pero ha pasado el tiempo y me estoy encontrando con que mi cerebro lo ha archivado en tan desagradable casilla), luego vinieron los de Lindo y Grandes, que ahora le hacen olorosa compañía en ese rincón del archivo. Le decía a Joan que son gente toda esta que, a base de tener espacio que rellenar cada semana en prensa, decidían hablar sobre todo y acababan hablando sobre nada que les importara, escribiendo al final sobre todo lo que que mandara la rabiosa actualidad, o sea, sobre nada de lo que estuvieran bien informados. Le decía también que yo prefería pasarme un ratito cada día leyendo a Sostres, a Bustos y a Ruiz Quintano, antes que a todos los payasos antes mencionados, porque, aunque no soliera comulgar con sus inclinaciones, estos sí, por lo menos, me ofrecían la garantía de que, al escribir siempre sobre cosas que sí eran importantes para ellos, se habían tomado su tiempo de estudio, reflexión e investigación.

Entonces va Bustos y escribe lo de Riquer.
A Bustos le importa Riquer, le importa el Quijote, le importa incluso Tirant lo Blanc, hasta ahí por lo menos no andaba yo tan equivocada.
Lo que pasa es que Bustos usa Riquer no solo para hablar del Quijote, que también, sino para subirse al carro de la rabiosa actualidad, y acaba así pecando de lo mismo que Cercas, Lindo y Grandes. Ahí es donde se escacharra el artículo de Bustos.

Me he llevado las manos a la cabeza, ya se lo he dicho a ustedes al principio de esta entrada, y se lo he dicho a Bustos también por Twitter. Me ha respondido –no con estas palabras exactas- más o menos que Riquer, en Cataluña, estaba olvidado por su opción ideológica; le he dicho que aquí Riquer no estaba olvidado; me ha dicho que lo de ahora eran elogios obligados; le he dicho que no lo eran; me ha matizado diciendo que aquí, en Cataluña, el ruido de lo contrario era tan fuerte que no dejaba oír su nombre y opción; le he dicho que es tan fuerte el ruido de lo contrario en Madrid que se habla de Cervantes pero no se habla de Martorell, cuando Riquer habló de los dos.

Pues bien; ese último twitt, el de Cervantes y Martorell, ha sido una soberana metedura de pata por mi parte.

Me ha pasado por la cabeza ponerme a explicar mi equivocación, pero no me he visto capaz de encajarlo todo ahí, así que me he venido para aquí, que tengo más cancha.

El mismo ruido que en Madrid no deja escuchar Martorell, en Barcelona, en Cataluña, tampoco ha dejado escucharlo durante mucho tiempo. Eso se traduce en que la gente –vaya, la que conoce a Riquer, tampoco vamos ahora a ponernos espléndidos con eso- aquí,en Cataluña, por mucho que lo llame Martí, a Riquer lo relaciona con el Quijote antes que con el Tirant, y que aquí, en Cataluña, no ha sonado nunca el Tirant tanto como el Quijote, ¿sabrá Bustos esto?, porque estoy segura de que, si lo supiera, él se llevaría las manos a la cabeza un poco también.

Al final lo importante es que Riquer habló tanto de Cervantes como de Martorell y miren, creo que en esto que voy a decir ahora, quizás, si se lo repensara, Bustos estaría de acuerdo conmigo: utilizar un artículo-homenaje a Riquer para apuntarse al carro de la rabiosa actualidad, para tirar una paletadita más de prejuicio sobre todo esto que está pasando, no es de recibo; no lo es.

La clava explicándome y, cuando eso pasa -las pocas veces en la vida que a uno le parece medio ver qué le ha llevado hasta donde está, qué no se puede olvidar para volver a ello un tiempo después, cuando sean tiempos menos claros-, se tiene la sensación de que si esto, la vida, fuera un libro, por ejemplo, irá bien tener la esquina de esta página doblada para volver a ella, releérsela, y reencontrar elpunto de partida desde donde recomenzar.

Mi página marcada, la que ha doblado Torra escribiendo este artículo, cuenta cómo llegué de un sitio en el que 
No han volgut saber mai res ni de la llengua, ni de la història, ni, per descomptat (horror!) de la cultura popular
a otro en el que Torra y otros muchos se habían ocupado de mantener todo eso bien vivo. Cómo llegando yo a Cataluña vi que aquí, sí, podía con el idioma (con el euskera nunca pude) podía con la literatura, podía con lo popular.

Quim Torra dobla esquinas. Quim Torra es un marcapáginas.
Lo es cuando publica a Xammar y a Torres, lo es cuando publica a gente que marcaba también las páginas de Pla, de Francia y de Inglaterra, lo es publicando páginas nuevas que deberían quedar bien marcadas también. Lo es hasta cuando publica a Dickens, que más que página marcada, es biblia, libro de cabecera de cualquiera que quiera un punto sólido del cual partir.
Lo está siendo a lo bestia cuando se pone al frente de un museo que pone a la vista de todos un momento histórico que debe ser referencia obligada para el futuro de un país.

Yo soy lo que soy y escribo lo que escribo ahora por gente como Torra, que me da un nuevo punto de partida, que me borra la frustración de no haber podido con los fósiles de allí.

Gràcies, Quim.