dimarts, 13 d’octubre del 2015


Hoy es el primer día sin Cabaret Elèctric.

Es muy fácil y breve explicar por qué era tan importante que este programa fuera diario: Montse Virgili, su directora y presentadora, se leía los libros y se escuchaba los discos de los invitados, incluso muchas veces los que proponían los colaboradores, antes de entrevistarlos o tenerlos en el programa. Ya está.

¿Qué conseguía con eso Virgili? Saber aguantar una conversación, que eso es de lo que va la radio: de hablar, de conversaciones. ¿Qué pasa cuando se sabe aguantar una conversación? Que el resultado es una conversación interesante, no un interrogatorio hecho a base de preguntas cliché que te ha escrito un guionista y que tienes que embutir en los raquíticos minutos que le dedicas a la sección casi siempre por cumplir la papeleta. También despierta una conversación interesante el interés del oyente por el libro o el disco sobre el que se está hablando, habiendo entonces muchas más posibilidades de que dicho oyente acabe la escucha con ganas de ir a buscar el libro o a meterse en el concierto o a comprarse el disco. O las tres cosas. O incluso a descargárselos ilegalmente; da igual: el resultado es un oyente interesado en la cultura, con ganas de leer y de escuchar música; Montse Virgili generaba de estos cada día. Teniendo en cuenta que la producción literaria y musical de este país da para satisfacer los intereses de todos los oyentes interesados en la cultura que generaba a diario el programa de la Virgili y más, hagan cuentas ahora que ha pasado a ser semanal (es una sencilla división) y dense cuenta de la gravedad del asunto para los que vivimos de vender o hacer cultura.


Nos están dejando con sólo programas que generan consumidores de cosas que se hablan en conversaciones sin ningún tipo de interés. Luego, esos mismos que han tomado esta decisión, harán el amago de venir a rescatarnos a las librerías a base de subvenciones; con las tiendas de discos ni lo intentan.


Os habéis cargado el Cabaret. Os estáis cargando las librerías. Os estáis cargando la cultura.

dissabte, 10 d’octubre del 2015


Me llama Peio H. Riaño, como hace casi siempre que hay una noticia política con repercusión directa sobre las librerías, para preguntarme por el famoso sello de calidad que se nos acaba de inventar el ministerio, para poner en marcha el cual se van a gastar la fortunaza de 150.000 euros. Y me pide, encima, que le cuente qué me parece en comparación con los 2.000.000 de euros que ha decidido el estado francés gastarse allá en darles un empujón a las tiendas de libros suyas (porque eso es lo que van a ser las librerías francesas ahora: prácticamente suyas del Estado).

Primero le digo que nos hemos equivocado por unos poquicos kilómetros de lado de la frontera, claro; que un poco más arriba y ya lo teníamos, pero no.
Luego le digo que él ya sabe, por otras veces que hemos hablado el tema, que yo no soy devota de las subvenciones: que sí, que caen muy bien, pero que un negocio que se aguanta por ayudas y no por ventas es un negocio fallido condenado a ir a remolque del repartidor de becas de turno al que cambiarán como mucho a los cuatro años y a quien, encima, le tienes que caer bien. Y que de qué me sirve a mí tener pasta para ampliar el fondo a tres mil referencias más si luego me las voy a comer con patatas.
Y le acabo concluyendo, más o menos, que si tienen 150.000 euros para regalar, que los cojan y que se los metan en el cole: que les paguen con ellos el sueldo a cinco profesores de filosofía que me eduquen a 150 chavales por curso para que, cuando sean mayores, tengan ganas de venir a comprarme libros.
 
Eso sí que sería una buena ayuda para empezar, pero me suena que he leído en algún lado que están haciendo justo todo lo contrario. Y así todo.