dimecres, 30 de novembre del 2016

(Poniendo un poco de orden en las ideas para mi intervención de mañana en la mesa redonda sobre la escasez de contenidos culturales en los medios de comunicación.)

Tengo una librería. Obviamente me interesa vender libros, que la gente compre muchos, cuantos más mejor; esto es en primera instancia por una cuestión de supervivencia: hay que vender muchos libros para vivir de ellos, tened en cuenta que un librero se queda con el 30 por ciento del precio del libro, esto es, de un libro de 20 euros, nos corresponden solo 6,6. Sabiendo que la mayoría de libros valen menos de 20 euros, que hay ediciones de bolsillo que a penas llegan a los 8 euros de precio, de los que nos corresponderían a nosotros menos de dos, calculad cuántos libros tenemos que vender al mes para sobrevivir, o sea, sólo para poder pagar alquileres y sueldos.
 
De las muchas maneras que hay para vender libros, hay una que es imbatible: consiste en que la gente piense en libros; que los tenga en la cabeza, que estén en sus conversaciones, que figuren entre sus referencias. Hay un camino muy claro para conseguir que las cosas estén en la cabeza de la gente, es el camino de los medios: las cosas que salen en los medios con una cierta intensidad acaban formando parte del imaginario del espectador, y hoy día todo el mundo es espectador; explicadme si no porqué gastaríamos un solo minuto de nuestras vidas pensando en la última de Belén Esteban, por decir una que estoy convencida que todos vosotros tenéis en la cabeza. ¿Por qué la tenéis? Ahí lo tenéis.
 
No llevo hablando ni cinco minutos y ya podríais reprocharme como mínimo dos cosas de todo lo que llevo dicho: una, que sabiendo todo esto del poquísimo margen para el negocio que da la venta de libros, si quisiera ganarme bien la vida, me podría haber metido en cualquier otro negocio; y dos, que qué tiene que ver Belén Esteban o cualquier otro de su condición con los libros, con la literatura. La respuesta a los dos reproches sería la misma: me he metido en lo de los libros porque no son Belén Esteban.
 
Explicándolo muy básicamente, yo creo que hay dos cosas en la vida: una es lo que de verdad nos interesa y otra lo que hacemos para pasar el rato, aunque puede que no nos demos ni cuenta de cualquiera de estas dos cosas en el momento en el que están pasando; puede que nos parezca que estamos pasando el rato viendo la tele u oyendo la radio y puede que nos parezca que nos interesa mucho la última bronca que haya tenido fulanito con menganita de tal o descubrir que tal escritor escribe en zapatillas, por ejemplo; la cosa es que si nos paramos pensarlo, una vez nos hemos enterado de la bronca o de lo de las zapatillas, ahí se acaba el tema; puede que la historia nos dé para un par de conclusiones del tipo "qué mala persona es fulanito" o "este escritor es tan bueno que, si escribe en zapatillas, yo lo voy a hacer todo en zapatillas también", pero ya está. Una vez hemos hecho algo que nos interesa de verdad en cambio, eso perdura y de alguna manera acaba viéndose reflejado en la realidad; en lo que nos rodea primero y, a base de círculos concéntricos, en la sociedad después. Un ejemplo que parece muy tontuelo pero del que estoy convencida es que si la gente leyera libros bien escritos o viera o escuchara programas de televisión o de radio bien estructurados, independientemente de su ideología, nunca, jamás, votaría para presidente a alguien que no supiera construir bien las frases o que no supiera enlazar las ideas a base de silogismos con un cierto grado de complejidad o que no tuviera recursos para responder a preguntas que no estaban en el guión.
 
Por eso me dedico a vender libros aunque me den tan poco margen y no cualquier otra cosa: porque creo que los libros buenos inciden de esta última manera que acabo de explicar en la sociedad.
Entonces, ¿por qué los medios dan prioridad a lo que no?
 
No estoy diciendo que todo lo otro tenga que desaparecer de los medios: sería un aburrimiento. Lo que digo es que los libros no tendrían que ser arrinconados ni transversalizados de la manera en que lo están siendo últimamente; que deberían estar a la par de todo lo otro en cuanto a minutaje de contenidos.
 
Hay otro motivo además por el cual los medios deberían replantearse todo esto: ahora mismo hay un montón de editores, escritores, traductores, correctores y libreros que estamos apostando por aquello que decía antes que era lo importante frente a lo que supone una simple manera de pasar el tiempo; es más, hay un montón de lectores que se están apuntando a comprarlo, si no no insistiríamos tanto ni seríamos tantos tampoco. Si los medios quieren estar a la altura de esto que está pasando, deberían dedicar espacios a este público que acabo de describir; es una apuesta de futuro, creedme; es que está muy ciego quien no lo haya visto ya.
 
Ya está. No voy a dar ninguna conferencia mañana: es una mesa redonda donde voy a participar, pero creo que todas las ideas que suelte van a ir por aquí.